Written by Nieves Tuset. Posted in Las Brujas
Geográficamente, la cacería de brujas comenzó en las montañas de Alemania y de Italia, expandiéndose después de forma rápida dentro y fuera de estos países, en Francia, Inglaterra, el norte de Europa, y España. En Alemania, Francia y Bélgica, la persecución fue más brutal que en otros países. A pesar de que no parece haber mucha diferencia entre países católicos y protestantes, se estima que la persecución fue más dura en los países protestantes. En España, por ejemplo, los inquisidores se concentraron más en ciertas herejías religiosas, como la de los “iluminados”, siendo menos proclives a creer en la brujería, aunque también los inquisidores españoles se vieron invadidos por la cacería de brujas en su momento más crítico, a finales del siglo XVI y a comienzos del XVII.
Así, en España la persecución fue menos pronunciada que en otros países europeos, ya que la Inquisición española actuó con más precaución en este tipo de procesos. Sin embargo, durante la época culminante de la cacería de brujas, el número de ejecuciones se elevó notablemente pese a que no se llegó al rigor de otros países. Contrariamente al resto de Europa, la Inquisición española mantuvo una postura más escéptica respecto a la brujería. Era necesario tener pruebas y no era suficiente con la confesión solamente, ya que, según la propia Inquisición, la tortura o el miedo a ella, así como las preguntas dirigidas, podían llevar a declarar lo que nunca había sucedido. El tiempo de tortura estaba limitado a una hora, mientras que en Alemania podía durar
desde un día y una noche hasta cuatro días y cuatro noches.
A pesar de que en algunas regiones parece que se daban más casos de brujería que en otras, podían encontrarse brujas en cualquier lugar, especialmente en las zonas rurales. Parece ser que la mayor o menor concentración se debía a la mayor o menor abundancia de hierbas medicinales de la zona y a la persistencia o no de ritos religiosos anteriores al cristianismo. En el País Vasco es donde hubo más condenas. En el año 1610 fueron condenadas las brujas de Zugarramurdi. Otros procesos relevantes fueron en Toledo y Granada. En 1655 fueron ejecutadas 40 personas en Valencia, 31 de las cuales eran mujeres. Galicia era también considerada territorio de brujas, las “meigas”. En Cataluña, entre 1616 y 1619 fueron condenadas a la horca 300 mujeres. Dentro del Principado, algunas poblaciones fueron conocidas por la existencia de brujas, destacándose entre ellas Caldes de Montbui, Vallgorguina, Terrassa, Ullastret y Gerona. Algunos restos de esta creencia en las brujas todavía perduran, o han perdurado hasta hace relativamente poco, como el topónimo de “Pla de les bruixes” (Llano de las brujas), o la palma que se ligaba al balcón cada año para espantar a los malos espíritus.
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Written by Nieves Tuset. Posted in Las Brujas
La cacería de brujas comprende los siglos XIV al XVII, llegando a su máxima intensidad durante el siglo XVI y, sobre todo, la primera mitad del XVII. Hasta finales del siglo XV, las penas por brujería eran suaves, generalmente solo consistían en multas. Fue coincidente con la bula del Papa Inocencio VIII, y con la publicación en el año 1486 del Malleus Malleficarum o “Martillo de las Brujas”, escrito por los inquisidores dominicanos alemanes Heinrich Kramer (o Henri Institoris) y Jakob Sprenger, que comenzó la rueda de la muerte. La aparición de la imprenta ayudó a la difusión de este manual de inquisidores.
Los inquisidores, en su visión patriarcal, no podían aceptar que las mujeres tuviesen sabiduría o poder, por lo cual afirmaron que el poder de las brujas no era propio, sino que les provenía del acto sexual con el demonio. La perversión sexual de los inquisidores se manifestó al respecto en los procesos, en los cuales se materializaban sus propias fantasías sexuales con detalles obscenos, describiendo el acto sexual entre la bruja y el demonio. Cuando las mujeres actuaban de manera racional era porque actuaban como herramientas del demonio, ya que pertenecían a su clan. Este hecho podría hacer referencia a las redes que existían entre las mujeres y fue utilizada para que delatasen a sus vecinas, amigas, etc.
La brujería era considerada un “crimen exceptum”, es decir, un crimen especial, diferente a los otros. En el siglo XVI la diferencia entre brujas buenas (muchas de ellas sanadoras) y malas desapareció totalmente. Los inquisidores aseguraban que las buenas eran peores que las malas. A eso contribuyeron personajes como Jean Bodin, quien con su demonología ayudó a reavivar la cacería de brujas a finales del siglo XVI. Las brujas tenían menos derechos que cualquier otro inculpado y los juicios iban prácticamente siempre acompañados de torturas. La presunción era motivo suficiente para sentenciar a muerte. Los inquisidores le exigían a cada acusada otro nombre, el cual iniciaba una cadena de muerte y barbarie. Cualquiera podía denunciar, y una vez denunciada la primera bruja, se iniciaba la secuencia. Además, por este
“delito”, los inquisidores utilizaban a menores, particularmente mujeres jóvenes, a las que presionaban para atestiguar contra sus propias madres. Llegó un momento, hacia los comienzos del siglo XVII, en que las acusaciones se descontrolaron. Cualquiera podía ser acusado, hasta las mujeres de los oficiales e inquisidores, e incluso los acusadores mismos. La única manera de impedir esto fue detener todo el proceso. Así, las mismas autoridades que alimentaron la cadena de muerte, comenzaron a negar y desacreditar las acusaciones de brujería.
La magnitud de la matanza es difícil de determinar, dado el vacío que todavía existe en relación con el tema a pesar de los múltiples estudios existentes, la reticencia a aceptar algunas investigaciones realizadas por mujeres y la tendencia de los investigadores (hombres) a obviar la cuestión o a tratarla con un exceso de prudencia. Las estimaciones más conservadores apuntan a 200.000 personas ejecutadas durante este período.
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