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Las Brujas Catalanas | Mujeres Sanadoras

Índice de artículos

Un número importante de las mujeres que fueron condenadas a muerte durante los siglos de la cacería de brujas, eran mujeres que ejercían de sanadoras en sus comunidades. Las mujeres habían ejercido como sanadoras desde hacía siglos y existía una larga genealogía de sanadoras. En Europa fueron las responsables de la salud de la comunidad hasta que se inició la cacería de brujas. Eran conocedoras, trasmisoras, y revisoras de una sabiduría ancestral popular que se trasmitía de madres a hijas. De hecho, para diversas estudiosas y estudiosos son consideradas las primeras médicas y anatomistas de la historia de occidente, además de las primeras farmacólogas, con sus cultivos y recolección de plantas medicinales. Eran las conocedoras de los secretos de la medicina empírica.

Por este motivo eran conocidas por la comunidad como “mujeres sabias”. Sin embargo, las instituciones, temerosas de su influencia, las denominaron “chismosas”, hasta que se las apodó brujas. Las mujeres conocían las aplicaciones medicinales de muchas hierbas y plantas y este conocimiento sobre muchas de ellas se difundía de generación en generación desde épocas anteriores a la institucionalización del cristianismo. Al mismo tiempo descubrieron nuevas fórmulas y usos a través de la experimentación. La gente consideró este saber como una forma de magia, de la misma manera que lo creyeron los jerarcas de las iglesias cristianas y los gobernantes de los estados. Parece ser que estas mujeres mezclaban sus prácticas curativas con viejos ritos paganos anteriores al cristianismo. Esta imagen mágica que cubría la sabiduría sobre las plantas y la elaboración de cremas y ungüentos parece derivar de estos viejos ritos religiosos. Este fue uno de los factores que contribuyó para considerar la existencia de una relación especial entre estas mujeres y el cuerpo, con la sanación del cuerpo pero también con la relación entre el cuerpo y la mente. Está documentada la práctica de que algunas brujas acostumbraban frotarse el cuerpo con ungüentos que preparaban ellas mismas. A veces los inquisidores vinculaban el uso de ungüentos con la supuesta capacidad de volar de las brujas, como se ve en un proceso de brujería que data del año 1620 en Puigcerdà. Este proceso describe una especie de aquelarre en el cual una mujer incita a otra llamada Jonga a sacarse la ropa y ponerse una untura y, al hacerlo, ésta sale volando por la chimenea.

Las brujas-sanadoras utilizaban analgésicos, calmantes, y medicinas digestivas, así como otros preparados para calmar los dolores de parto, pese a la postura contraria de la iglesia, según la cual, a causa del pecado original, las mujeres debían parir con dolor. Usaban la belladona para detener las contracciones del útero si existía la posibilidad de aborto, y algunas fuentes apuntan a una bruja inglesa como descubridora de la digitalina, que se utiliza actualmente para tratar las enfermedades coronarias. Estas mujeres sabias también aconsejaban a otras mujeres sobre métodos anticonceptivos y realizaban abortos. De hecho, Paracels, considerado el “padre de la medicina moderna”, afirmó en el siglo XVI que todo lo que sabía lo había aprendido de
las brujas. Con la cacería de brujas, parte de este conocimiento se perdió.

Por otro lado, las fuentes que se han estudiado hasta ahora señalan que las sanadoras establecieron redes y se reunían para intercambiar saberes sobre hierbas medicinales a la vez que se constituían en mediadoras para la divulgación de noticias de todo tipo.

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