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Valençona de Xirivella - Sinopsi

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Era la pupila de la alquería de Xilvella en l'Horta de València y procedía de una familia campesina acomodada. El año 1299, con 14 años, la prometieron a Ramon Muntaner. La familia de Muntaner había emigrado en València después de la destrucción de Peralada en 1285. El chico era letrado y procedía de una familia que había estado relevando en la villa ampurdanesa, pero no noble; se enroló como soldado de fortuna, y dejó en València la joven promesa. Estuvo al servicio de los reyes del casal de Aragón en Menorca, Sicilia y Grecia, entre otros destinos.

Valençona fue, pues, la chica que espera pacientemente el retorno del prometido, que finalmente, después de numerosas batallas y aventuras por el Mediterráneo, devolvió para casarse con ella, y con un brillante ascenso político.

Ramon Muntaner hacía más de diez años que iba por el mundo. Llegaba a Sicilia, después de volver de la campaña de Grecia, para pedir licencia al rey Frederic: «que yo pudiera ir a las partes de Cataluña e tomar mi mujer que había afianzada, soltera, en la ciudad de València bien había diez años». Preparó cuidadosamente su retorno, había armado una nave con ciento remeros y había comprado el ajuar para el casamiento; pero el rey le mandó que se hiciera cargo del mando de la isla de Djerba que se encontraba en una difícil situación.

Muntaner se estuvo a Djerba durante dos años. Entonces, emprendió viaje para irse a casar. Era en 1311, él tenía cuarenta y seis años, ella tendría unos veinte menos. Se estuvieron a Xilvella solo veintitrés días, después embarcaron hacia Djerba, donde hicieron una gran fiesta por ellos y vivieron en paz durante tres años; allá nacieron sus dos hijos, Macari y Martí.

Pero la guerra continuaba y Djerba estaba a punto de ser atacada por Robert de Anjou; entonces, el rey Frederic le mandó que hiciera marchar del castillo las mujeres y los niños. Muntaner alquiló una nave e hizo embarcar su mujer y los dos hijos. Imaginamos el viaje de vuelta de Valençona, más de un mes en una galera en un larguísimo peregrinar por los puertos de cabotaje del norte de África y de la costa peninsular hasta llegar a València con sus hijos tan pequeños y preñada de cinco meses. Poco después, Valençona, tuvo una niña, Caterina.

Su marido devolvió en el jefe de un par de años, si bien iba y venía de varias misiones. Justo a la alquería de Xilvella, Ramon Muntaner sitúa la visión que lo movió a escribir. Nos dice que, en sueños, vio un hombre vestido de blanco que lo empujó a redactar la crónica y que antes de desaparecer, lo va senyar y lo bendijo a él, la mujer y los hijos. Fue, pues, junto a Valençona que encontró la paz suficiente para recordar y escribir. Creo que con esta bendición el cronista reconocía en cierto modo el papel de su mujer, silenciosa, esperando, pariendo, y estante a su lado cuando empezó a redactar la crónica. Es cómo si ella y la huerta le dieran la paz de espíritu suficiente para escribir. Pero, siempre inquieto, volvió a marchar y murió en Ibiza en 1332. De Valençona, no sabemos nada más.

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