Ana María Martínez Sagi - Sinopsis
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Ana María Martínez Sagi (1907-2000) es una de esas personalidades que, cuando descubres su existencia y decides investigar sobre su vida y su obra, te atrapan. La primera reacción es de sorpresa, no es comprensible que una mujer de personalidad tan singular y fascinante, que lo fue todo, o casi, en la primera parte del siglo pasado, haya desaparecido de la memoria colectiva y permanecido ignorada durante tanto tiempo. Sólo se explica esta injusticia por el hecho de que fue mujer, rebelde, y lesbiana, todas ellas particularidades que en la época franquista han sido perseguidas. Deportista, feminista, poeta, periodista, sindicalista, miembro de la junta del Barça (primera mujer que fue directiva de un club de fútbol en el mundo), amiga de Lorca y Margarita Xirgu, corresponsal en la Guerra Civil española, donde trabó amistad con Durruti, antifascista, antinazi, exiliada, activa colaboradora de la Resistencia Francesa, patrocinadora literaria de Françoise Sagan, profesora de español de André Maurois, recluida y retirada por voluntad propia, el recorrido vital de Ana María Martínez Sagi tiene un interés excepcional. Fue un alma libre y una defensora de la libertad. Y a pesar de todos estos excelentes adjetivos, fue una víctima y por muchos motivos. No hay más que seguir su biografía para llegar a esta conclusión. Nació en el seno de una familia de la burguesía de Barcelona. Su padre, empresario textil, era de ideología progresista, su madre, muy conservadora.
Desde pequeña sintió que su nacimiento no había sido bienvenido en la familia, que esperaba un hijo varón. Creció y se educó sin amigas, jugaba a fútbol con su primo y su hermano, y siempre tuvo el firme deseo de que quería ser poeta. Desde muy joven escribía, fue periodista en diversas revistas y diarios, en las que entrevistaba a políticos, vagabundos y prostitutas, y era tan famosa que la reconocían por la calle y en el tranvía. Hizo reportajes sobre el sufragio femenino en unos tiempos en que la mujer no podía votar. En el año 1928 fue una de las fundadoras del Club Femeni i d'Esports, primera asociación deportiva y cultural para mujeres trabajadoras, donde se promocionaba la práctica del deporte, el ejercicio físico y las actividades culturales y políticas. Llegó a la final de la copa femenina de tenis en 1929, se la disputó a la mítica tenista Lili Alvárez, que fue campeona en Roma y finalista en Wimbledon. Su carrera como tenista acabó cuando fue expulsada del Real Club de Tenis por una acción de rebeldía. Un día, mientras jugaba un partido, se presentaron las infantas Beatriz y María Cristina y el árbitro paró el juego y ordenó a las jugadoras que fueran a besar sus manos. Ana María no hizo caso y se encerró en el vestuario.
En 1929 publicó su primer libro de poemas, "Camino", que tuvo una gran acogida. Tenía sólo 22 años. La compararon con Rosalía de Castro, Unamuno y Antonio Machado escribieron palabras de elogio a su obra, y tenía una intensa actividad periodística, sobre todo en la revista La Rambla, donde desarrollaba sus ideas feministas y escribía, en catalán, artículos en favor de los derechos de las mujeres. Poco después de la instauración de la Primera República, en el año 1931, el periódico ABC le dedicó su primera portada. Fue en el mes de Octubre, había viajado a Madrid como capitana de la selección catalana para participar en los campeonatos de España de atletismo, en los que se clasificó la cuarta en el lanzamiento de jabalina. En su doble vertiente de escritora y atleta, aprovechó para dar una conferencia en el Lyceum Club sobre Mujer y Deporte, en la que defendió la Igualdad de las mujeres. El ABC le dedico un reportaje, la portada del suplemento de cultura y una fotografía a página completa.
En el año 1932 muere su padre, y su madre, con la que tenía unas relaciones muy conflictivas, interviene en su vida de forma definitiva para interponerse en la relación afectiva que mantiene con Elisabeth Mulder, también escritora, y viuda de un ilustre abogado que la triplicaba en edad. Se habían conocido a principios de 1930, trabajaron juntas, escribieron juntas, y compartieron excursiones al Montseny, a la Molina para esquiar, y sobre todo una escapada muy especial a Mallorca en Semana Santa, donde según contaron las protagonistas, pasaron momentos inolvidables. Esa escapada fue la última experiencia conjunta de la pareja. La madre de Ana María amenazó a Elisabeth con arrojar sobre ella el escándalo y aislarla socialmente. Elisabeth temió por el bienestar de su único hijo y escribió una carta de despedida a Ana María explicándole las amenazas de su madre y la imposibilidad de continuar viéndose. Y así fue, nunca más volvieron a verse, aunque Ana María decidió "consagrar el resto de sus días a perpetuar la memoria de Elisabeth". Ese mismo año publicó "Inquietud", su segundo libro de poemas. El libro estaba prologado por Elisabeth Mulder. El éxito de ventas no apaciguó el dolor que supuso la pérdida de la que ella consideraba el amor de su vida. Tras la traumática ruptura con Elisabeth, Ana María decidió romper con su familia. Abandonó la casa familiar y se instaló en Ciutat Vella. Consiguió por oposición una plaza en el Gabinete de prensa del Ayuntamiento de Barcelona, trabajo que compaginó con las colaboraciones periodísticas que ya venía haciendo y con la práctica de sus deportes favoritos. En este decisivo año de 1932 participó en la fundación del Front Ùnic Femeni Esquerrista junto a otras seis mujeres relevantes de ideología izquierdista, entre las que estaba la escritora Anna Murià. Esta organización estaba en la órbita de Esquerra Republicana. En el ámbito deportivo, ganó la medalla de oro en lanzamiento de jabalina, superando su propio récord, en el Campeonato femenino de Catalunya que se celebró en el Estadio de Montjuic en el mes de Junio de 1932. En pleno éxito, a los 25 años, decidió retirarse de la competición atlética. Poco antes había ocupado la portada de ABC por segunda vez.
Otro de sus logros del año 1932 fue ganar el premio Joaquim Cabot con el poema Estiu, el único que publicó en catalán. El resto de sus poesías las escribió en castellano. En 1934, Josep Sunyol, el presidente del Barça que años después sería fusilado y que entonces era editor del semanario La Rambla en el que Ana María colaboraba, le propone formar parte de la Junta Directiva del F.C. Barcelona. Aceptó, y así fue como se convirtió en la primera mujer europea directiva de un club de fútbol. Como vocal, se encargaba del área de cultura y propaganda. El proyecto incluía la promoción de la mujer dentro del club, en un ámbito dominado por los hombres. Desde el primer momento tuvo que enfrentarse al rechazo de los socios, que le hacían la vida imposible, hasta que finalmente dimitió tan sólo un año después. En los últimos años de la República incrementó su actividad periodística, sobre todo en las revistas ilustradas Crónica y Estampa, que dedicaban amplios espacios a temas de interés para las mujeres, conscientes como eran los editores que éstas compraban y leían más revistas que los hombres. El deporte, junto a temas de alcance de crítica social, antimonárquica, antiaristocracia y política, fueron tratados en sus artículos. También hizo entrevistas, algunas de ellas a mujeres catalanas relevantes, dándolas a conocer, como las escritoras Caterina Albert (Víctor Catalá) y Carmen Monturiol, a la concertista María Corratalá, y a la intérprete de música María Teresa Vernet. A finales de 1935 ocurrió un suceso que estuvo a punto de provocar su despedida del semanario La Rambla. Acudía a diario a los ensayos de la obra de teatro "Doña Rosita la soltera o El lenguaje de las flores", que se iba a presentar en Barcelona. Ana María trabó amistad con su autor, Federico García Lorca y con la primera actriz, Margarita Xirgu. El día del estreno tenía previsto ir a esquiar a La Molina, y como se sabía de memoria todos los detalles de la obra, decidió no renunciar a su pasión deportiva, y se fue de viaje dejando antes la crónica escrita. Desafortunadamente, la actriz protagonista sufrió una afonía y el estreno tuvo que suspenderse, pero el artículo salió publicado. El director del semanario, Josep Sunyol, se indignó tanto que quiso despedir a la periodista, algo que no ocurrió gracias a la intervención de Lorca, que salió en defensa de su amiga poeta. Comenzada la guerra civil, partió al frente de Aragón con la columna Macià-Companys. Allí coincidió con Buenaventura Durruti, a cuya columna se adhirió como corresponsal de guerra del Daily Mail y El Tiempo de Colombia.
La apodaban "la aristócrata". Ya exiliada, envió a El Tiempo las entrevistas que había hecho al líder revolucionario. Aunque era simpatizante anarquista, durante la guerra presenció tantas atrocidades de uno y otro lado, que pensó irse del país, ganara quien ganara. Entre otras situaciones estremecedoras, vivió el bombardeo de una escuela en Caspe, en la que quedaron atrapados 50 niños. Cuando cayó Barcelona en 1939, huyó a Francia. Hizo el viaje en su automóvil, que a pocos kilómetros de la frontera de Cerbère se averió. Como miles de españoles republicanos vencidos, tuvo que cruzar los Pirineos a pie y bajo una intensa nevada. A partir de este momento la vida de Ana María cae en el más profundo silencio. Sólo se vuelven a tener noticias suyas en España a partir de 1998, cuando el escritor Juan Manuel de Prada, que había ganado el Planeta el año anterior, supo de su existencia y a empezó a investigar sobre ella para escribir su novela Las esquinas del aire. En busca de Ana María Martínez Sagi. El autor la encontró con vida, ya nonagenaria, en una residencia de Sant Pedor, y pudo conocer a través de sus palabras lo que había acontecido en su vida durante todos aquellos años. Y esto es lo que conoció. Una vez cruzada la frontera, Ana María se dirigió a Toulouse, y después marchó a París, donde residió hasta 1950. Allí vio la entrada de los nazis y decidió formar parte de la resistencia, colaborando en una red que ayudaba a los judíos a huir hacia el sur de Francia, para su embarque. Por estas acciones fue condecorada años después por Moshe Dayan, en agradecimiento por las numerosas vidas que había salvado.
Acabada la guerra, se licenció en filología francesa y española, impartió clases de castellano a Andre Maurois y trabajó como asesora editorial. En Niza se ganó la vida dibujando y estampando pañuelos con polvo de oro e hilos de plata. Orientó su actividad hacia la decoración, consiguiendo clientas como Begun, la esposa del Aga Khan. Fue una época de muchos ingresos económicos, según sus palabras. Hasta 1959 pasó por un período relativamente estable durante el cual conoció a Claude, un ingeniero de caminos con el que mantuvo una relación de la que nace su única hija, Patricia. Sin embargo, Claude falleció pronto, en 1958, al explotarle una mina en el Norte de África, y al año siguiente Patricia, con sólo 8 años, a causa de una meningitis. Hundida en la pena, e intentando dejar atrás su inmensa tristeza, en 1959 emigró a Estados Unidos, donde fue profesora de castellano y de francés en el Knox College de Illinois, una institución privada de élite. Allí, desde la distancia, trabajó en el que sería su tercer y último libro, Laberinto de presencias. En 1969 regresó a España para publicar Laberinto de presencias, una antología de sus poemas en la que se incluía una dedicatoria a Patricia: "Tu no te sentirás nunca sola, porque te dejo el más puro de mis menguados tesoros, este libro, y con él, el más rico de los derechos humanos. El derecho a soñar". El libro pasó muy desapercibido, ella tampoco contribuyó a difundirlo, hizo muy pocas presentaciones públicas. No obstante, el libro sirvió para que, desde ese año, hiciera viajes a Catalunya y Mallorca con frecuencia, aunque después retornaba a Illinois. En 1975, después de la muerte de Franco, decidió instalarse definitivamente en España. Primero vivió en Mallorca, pero muy pronto se trasladó a Barcelona. Compró una casa en el pueblo de Moiá, en plena montaña, que le sirvió de refugio en su vejez. No tenía ninguna relación con su familia, ni tenía amistades. Decepcionada y olvidada, los últimos años de su vida se volvió muy celosa de su intimidad. Murió el 2 de Enero del año 2000. Tres meses después de su muerte el escritor Juan Manuel de Prada publicó su novela "Las esquinas del aire. En busca de Ana María Martínez Sagi". No es una gran novela, y no es de las más exitosas del autor, pero sí que sirvió para que se hablara de la escritora y su obra, y nos transmitiera sus últimas palabras. En la vida de Ana María Martínez Sagi, en la de antes de la Guerra Civil y también en la posterior a la guerra, existieron muchas personas, algunas de ellas muy importantes, que compartieron con ella muchas vivencias. No se perdió su rastro totalmente, como nos quieren hacer creer, existen muchos testimonios, algunos han rebatido teorías vertidas en el libro de Prada. Y se han llevado a cabo investigaciones que han sacado a la luz otras facetas y anécdotas de la escritora. Finalmente, resultó que Ana María Sagi no había estado completamente olvidada, sino que había sido invisibilizada.