Gal·la Placídia - Sinopsis
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En el año 410, Roma cayó en poder de Alarico y Gala fue hecha prisionera. El rey visigodo Ataulfo se casó con ella en 414 y se establecieron en Barcelona pero el matrimonio duró poco ya que, al año siguiente, Gala quedó viuda. En Ravena, su hermano, el emperador Honorio, casó a Gala con el patricio Constancio, quien se convirtió en emperador en 421. Se marchó de Bizancio en 425, donde se había refugiado tras la muerte de su segundo marido, y condujo el imperio de Occidente durante la minoría de edad de su hijo Valentiniano III. Fue sepultada en el mausoleo imperial del Vaticano aunque después, según la tradición, fue trasladada al mausoleu que lleva su nombre en Ravena.
Jaime Pahissa compuso una ópera, con letra en catalán de Guimerá, titulada Gala Placidia (estrenada en el Liceo de Barcelona en 1913).
La primera vida: huérfana de Teodosio I
Gala Placidia nació en Constantinopla en el otoño del año 388 o a inicios del 389. Fue la primera hija de Teodosio I y su segunda esposa, Gala. El emperador que hizo del cristianismo la única religión del Imperio, tenía dos hijos de su primer matrmonio: Arcadio y Honorio. El primero sentía una antipatía por su madrastra, una animadversión que sería clave en la primera parte de la vida de Gala Placidia. Aprovechando que su padre estaba en el oesteen lucha contra unos de los tantos usurpadores que se proclamaban emperadores de manera ilegítima, Arcadio expulsó del palacio a su nueva madre y esta, ofendida, se llevó a su hija.
La muerte de sus padres
El 10 de noviembre de 391, Teodosio entró triunfal en Constantinopla. Al llegar, su esposa le hizo saber sobre la expulsión y el emperador decidió mantener separados a su esposa e hijo y le otorgó un palacio a la pequeña Placidia. Madre e hija vivieron allí juntas pero por poco tiempo puesto que en abril de 394, Gala murió junto con su tercer hijo durante el parto de este. El segundo hijo murió siendo todavía un niño.
Desgraciadamente, Gala Placidia tampoco pudo vivir mucho tiempo con su padre. Teodosio I volvió a partir hacia el oeste a luchar contra otro usurpador. Antes de la campaña, Teodosio consultó a un monje sobre el resultado de la expedición. “Serás el vencedor”, le predijo, “pero poco tiempo después de la batalla, perderás la vida”. Y así fue. El 17 de enero de 395, Teodosio I falleció en Milán. Gala y su hermanastro Honorio, quien había sido coronado emperador el año anterior, estaban en la ciudad. Su padre los había trasladar para despedirse de ellos al ver que su fin se aproximaba. El cuerpo del emperador fue llevado a Constantinopla pero Gala se quedó en Milán. El desagrado que Arcadio sentía por su madrastra se había extendido a su hermanastra.
Gala Placidia en manos de su prima Serena
Huérfana a los siete años, Gala quedó bajo la tutela de Serena, una prima a quien Teodosio había criado al morir su padre y a quien había casado con Estilicón, un general de origen germánico que había controlado los asuntos de estado del Imperio Occidental cuando Honorio era pequeño. El poderoso militar casó a sus dos hijas con el emperador, primero a la mayor y, cuando esta falleció, a la menor. A Gala, a quien Estilicón quería desposar con su hijo, la mantuvo en la retaguardia, una de las razones por las cuales la hija de Teodosio I acabaría casándose a una edad inusual para las mujeres de la época.
El asesinato de Estilicón y Serena
Pero a Estilicón y Serena también les quedaba poco. El 31 de diciembre de 406 un grupo de vándalos cruzaron un Rin congelado y llegaron a la Galia, donde saquearon, quemaron, y destruyeron todo lo que encontraron a su paso. La tempestad tantas veces temida por Roma no había hecho más que comenzar. En los cuatro años siguientes, los visigodos irían acercándose, provocando el caos y oleadas de fugitivos que abandonaban la urbe presos del pánico. En aquella época, Gala Placidia residía en la ciudad y, pese a que era consciente de lo que su elección podía acarrear, decidió permanecer allí.
Mientras tanto, Estilicón, quien había sido culpado del avance de los vándalos, fue asesinado. Serena sufrió una desgracia similar. Cuando los visigodos tomaron Roma en 410, Serena fue acusada de traición y, con el consetimiento de Gala Placidia, conde nada a morir estrangulada. Muy probablemente, nuestra protagonista pensó que así salvaría su vida, una vida que en los próximos años transcurriría con los visigodos, que la capturaron en uno de los asedios a la ciudad.
La segunda vida: reina de lo visigodos
A pesar de ser una prisionera, Gala fue tratada como una princesa de la casa imperial. Los visigodos sabían que en sus negociaciones con Roma, Placidia sería una pieza valiosa. En agosto de 410, tras el último saqueo a la ciudad, los germánicos abandonaron Roma con un botín importante, Gala incluida. Para ella, se iniciaba una etapa de deambuleo nómada que tuvo como primer destino África, la gran proveedora de grano del Imperio. Los visigodos iban hacia el sur pero cuando embarcaban para ir a Sicilia desde Reggio deCalabria, una tempestad destruyó la flotilla. Algunos paganos agradecieron a una estatua que protegía del fuego del Etna a los habitantes de la ciudad. Gala siempre la recordaría y muchos años después la haría derribar.
El casamiento con Ataulfo
En su regreso hacia el norte, Ataulfo se convirtió en rey de los visigodos. Pronto intentó llegar a un acuerdo con Roma: demandaba alimentos y una tierra donde poder instalarse sin temor a ser expulsado. A cambio, entregaría la princesa cautiva. Pero del otro lado había una persona que tendría un papel esencial en la vida de Gala Placidia, el General Constancio, quien quería su retorno para poder desposarla y aspirar al trono. Sin embardo, Constancio incumplió el acuerdo y Ataulfo no solamente no entregó a Gala, si no que se casó con ella.
Aquel momento representó un oasis de paz. Cubierta de sedas reales, y el, con un manto de militar romano, Gala y Ataulfo se casaron en Narbona en enero de 414. La ceremonia tuvo lugar en una de las salas principales de una esplendorosa villa romana. El rey de os visigodos se presentó delante de la reina acompañado de cincuenta jóvenes que llevaban bandejas con oro y piedras preciosas provenientes del saqueo de Roma. Después de los saludos romanos y visigodos, los novios escucharon los epitalamios, los poemas nupciales en los que se enaltecían las gestas de él y los orígenes imperiales de ella, además de los atributos físicos de los prometidos. Ataulfo era un hombre atractivo y Gala había heredado la belleza de su madre y de su abuela. La ceremonia acabó con los invitados sentados a la mesa, bebiendo y comiendo.
La llegada a Barcelona y el asesinato de Ataulfo
La calma se desvaneció cuando Constancio se enteró del casamiento. Enfurecido, asedió aquí y allá a Ataulfo y los suyos. En una de las huidad, los germánicos cruzaron los Pirineos y llegaron a Barcelona, con Gala, que tenía unos veintiseis años, embarazada. Fue aquí donde dió a luz a su primer hijo, Teodosio, el que murió al poco de nacer. Fue enterrado en un ataúd de plata en un templo situado en las cercanías de la ciudad. Gala tuvo poco tiempo para llorarlo ya que unas semanas más tarde, Ataulfo fue asesinado. Su sucesor (y verdugo), Sigerico, humilló en público a Gala, haciéndola caminar delante de su caballo en compañía de otros esclavos. Por suerte, el nuevo rey de los visigodos reinó únicamente una semana antes de ser eliminado. De esta manera, Gala recuperó el estatus de cautiva honorable.
El pacto con Constancio y Honorio y el regreso a Roma
Finalmente, el hambre forzó a los visigodos a llegar a un acuerdo con Roma: 600.000 medidas de grano y entrar al servicio del Imperio como foederati (aliados) a cambio de Gala. Del otro lado, seguía estando Constancio pero mantuvo el pacto. Después de la muerte de Ataulfo, Honorio le había prometido que le entregaría a la hermana si esta regresaba. Y Gala volvió, resignada, a comenzar una nueva vida.
La tercera vida: esposa del emperador Constancio
A comienzos de 416, Gala regresaba a estar al lado de su hermanastro, en Ravena (Italia). Habían pasado unos ocho años. La entrega a Constancio no fue inmediata pero se hizo pese a que Gala lo rechazaba. Lo encontraba poco atractivo, tosco y le guardaba rencor por el trato que había infligido a los visigodos. Finalmente, el 1 de enero de 417, Honorio concedió la mano de su hermanastra.
Los hijos llegaron al poco tiempo. A finales de 417 o principios de 418, Gala dió a luz a una niña, Honoria, y el 2 de julio de 419, un niño, Valentiniano. Pero ella debía ser más que una esposa destinada a dar descendencia. Tomó partido a favor de la elección del papa Eulalio I, enviando cartas a diferentes obispos que revelaron una Gala políticamente ambiciosa y agresiva. Dió muestras de su ferviente antipaganismo, haciendo destruir la estatua de Reggio de Calabria que, según los no creyentes, había hecho fracasar a los visigodos en su intento de arribar a África. Tamién lo demostró haciendo ejecutar a un hechicero que aseguraba que podía luchar solo contra los bárbaros. Y si Constancio se casó con ella para poder aspirar al trono, Gala tuvo la determinación de convertir al hijo que le había dado en emperador.
La muerte de Constancio
El 8 de febrero de 421, Honorio reconoció a Constancio como emperador de occidente. El general había conseguido lo que quería pero el suyo fue un mandato breve. Una noche tuvo una pesadilla en la que un desconocido le profetizó que no reinaría más de siete meses. El augurio se cumplió y Constancio III murió el 2 de septiembre de 421. Gala volvía a quedar viuda y sola en la tarea de asegurar la llegada al trono de su hijo. La esperaban las intrigas de la corte.
Gala tuvo que enfrentar numerosos rumores que desacreditaban el honor del difunto marido. Debió ganarse la confianza de su hermanastro y, para logralo, desplegó todo tipo de muestras de afecto y ternura, que eran correspondidas por Honorio. A pesar de que escandalizaba a la corte, uno y otro se besaban en la boca en público sin ninguna clase de pudor.
La expulsión de la corte de Ravena y el viaje a Constatinopla
Honorio, voluble como era, no tardó en creer una de las muchas informaciones falsas que pululaban por la corte. Gala fue acusada de haberse aliado con los visigodos para conspirar contra su hemanastro y fue expulsada de la corte. La historia se repetía. En una primer momento, se marchó con sus hijos a Roma y, la primavera de 423, a oriente. Era consciente de que en Constantinopla ni su sobrino, el emperador Teodosio II, ni sus sobrinas la esperarían con los brazos abiertos. Pero allá tenía el palacio que le había dado su padre e intuía que en Roma continuarían las maquinaciones contra su persona. Durante el trayecto, el mar se enfureció. Cuando las olas estaban a punto de devorar la embarcación, Gala, desesperada, se encomendó a Juan Evangelista y le prometió que si la salvaba, erigiría una iglesia en su honor. El mar se calmó y Gala y sus hijos sobrevivieron.
La cuarta vida: emperatriz regente
La recepción en Constatinopla fue fría. Y la reacción de Teodosio II después de la muerte de Honorio, en el año 423, fue aún peor ya que nombró viceregente del Imperio de Occidente a un general enemigo de Gala. En este caso, sin embargo, el azar le fue favorable debido a que su antiguo oponente cayó solo en desgracia tras dar apoyo a un usurpador.
Inmediatamente, Valentiniano fue reconocido con el título imperial de césar y madre e hijo acompañaron a las tropas a occidente en la campaña militar que terminó con la decapitación del traidor.
Después de la victoria, los soldados aclamaron a Valentiniano con un saludo imperial, “Imperatot Augustus”. Gala no tuvo suficiente con esto y no descansó hasta que su hijo fue investido formalmente. Así, Valentiniano recibió la diadema imperial el 23 de octubre de 425. Solo tenía seis años y reinaba con su madre como emperatriz regente. Las ambiciones de Gala Placidia se habían cumplido.
Emperatriz regente de un imperio en decadencia
Durante doce años, Gala fue el emperador de facto del Imperio de Occidente en medio de la crisis final que pondría fin a su existencia. Tenía por delante una sociedad, una economía y una cultura en declive. En los primeros ocho años de su regencia, luchó contra los generales que querían disminuir el poder de su hijo. Sufrió traiciones, intentó aliar el Imperio con la Iglesia, quiso conciliar el Senado, vivió con ansiedad la guerra en África entre romanos y bárbaros, luchó contra la corrupción generalizada, legisló profusamente y contribuyó con entusiasmo en la redacción del Código Teodosiano.
En 437, Valentiniano cumplió dieciocho años. Tres meses después de su cumpleaños, se casó con Eudoxia, hija de Teodosio II, una unión que su madre había pactado años antes. Gala cerraba, victoriosa, su vida como emperatriz regente.
La quinta vida: cristiana pia y devota
Después de 438, Gala se retiró de los asuntos de estado para llevar una vida que agradara más el dios de los cristianos. Se bautizó y participó en numerosas obras de caridad. En Ravena construyó templos monumentales, con mosaicos de extraordinaria belleza, como el del Buen Pastor, en el mausoleo que lleva su nombre. Cumplió su promesa y, también en Ravena, erigió una iglesia en honor del santo que la había salvado del naufragio, Juan Evangelista. Dentro de esta iglesia hizo constar una inscripción con su nombre y el de sus familiares, entre los cuales estaba el del hijo que había tenido con Ataulfo y que había muerto siendo todavía un recién nacido, Teodosio. Pese a que habían pasado muchos años, nunca lo había olvidado.
El traslado desde Barcelona de los restos del hijo que había tenido con Ataulfo
Gala quería tener al pequeño Teodosio cerca. Estando en Roma, donde se había instalado a comienzos de 450, hizo exhumar el cuerpo del niño y trasladar sus restos desde Barcelona. Teodosio fue sepultado con toda la pompa funeraria en el mausoleo destinado a los miembros del Imperio de Occidente, un sepulcro contiguo a la Basílica de San Pedro. Gala tenía unos sesenta y dos años, una edad considerable para la época. Podía morir en paz. Y lo hizo por causas desconocidas el 27 de noviembre de aquel 450. Gala ponía fin, y de qué manera, a su quinta y, ahora sí, última vida.