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Escritor en lenguas catalana y castellana. Director de una prestigiosa colección narrativa, su obra literaria empezó en lengua castellana con Mensaje del tetrarca (1963), obra juvenil y clasicista, muy tradicional en la forma y fuertemente influida por Saint-John Perse.

Sus obras posteriores Crema el mar (1966, Premio Nacional de Poesía) y La muerte en Beverly Hills (1968) tienen mayor interés, para representar la aparición de una nueva sensibilidad poética, opuesta a la poesía social que había dominado la década de los 50. En estas dos obras destaca principalmente un intenso culturalismo, evidente tanto por las anotaciones a los poemas como por la reflexión estilística y poética que en ellas se manifiesta. En 1970 fue incluido por José María Castellet en la antología Nueve novísimos poetas españoles, junto a Félix de Azúa, Leopoldo María Panero, Ana María Moix, Manuel Vázquez Montalbán o Vicente Molina Foix, entre otros.

El marbete de "novísimos" se aplicaría desde entonces a los autores citados y a otros como Félix Grande, Luis Antonio de Villena, Antonio Colinas o José Miguel Ullán: se trataba de una nueva generación de poetas que, como Gimferrer, siguió una innovadora línea experimental. El estilo será en efecto la preocupación fundamental del autor, frente a la mayor importancia dada al contenido social por parte de los poetas precedentes. Su profunda emotividad queda escondida después de la expresión barroca y la tendencia al surrealismo. Otras características de estos libros son la sugestión ambiental y la libertad métrica, que evolucionará hasta la prosa poética. En Los Espejos (1970), su primer poemario en catalán, los espejos proporcionan una visión caleidoscópica que reúne imágenes más o menos distorsionadas de la realidad, lecturas y fotogramas cinematográficos a la manera de un collage. Es la misma técnica constructiva que seguirá de ahora en adelante, donde cada poemario se organiza de manera autónoma en torno a una idea unitaria: Hora foscant (1972), Fuego ciego (1973), El espacio desierto (1977), Apariciones (1981, dentro de Espejo, espacio, apariciones, que recoge toda su obra anterior), El vendaval (1989) y La luz (1991). El culteranismo y la concepción visual del poema son dos de sus características, deudoras respectivamente del elitismo de los high modernists desde Ezra Pound a T. S. Eliot y de las imágenes poéticas de los haikús japoneses, los imaginistas angloamericanos y el mundo del cine. Tratado con técnicas postsimbolistas, Mascarada (1996) es un largo poema de 452 versos octosílabos sin puntuación ni rima regular.

Entre los años 1981 y 1982 Pere Gimferrer publicó los dos volúmenes de su Dietario, fragmentos en prosa sobre temas que van desde la reflexión periodística hasta la lírica. En 1983 publicó la novela Fortuny, ambientada en la Venecia de principios del siglo XX. Se trata de una novela fragmentaria, las escenas de la cual carecen de nexo aparente, centrada en la figura del pintor modernista Mariano Fortuny; su lenguaje es rico y variado. Son destacables también sus obras de crítica en las cuales estudia a escritores o pintores; entre ellas hay que destacar La poesía de J. V. Foix (1971), Antoni Tàpies, El espíritu catalán (1974), Max Ernst (1977) y Miró (1978). En 1985 fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua, donde ocupa el lugar que quedó vacante después de la defunción de Vicente Aleixandre. En 2001 publicó el poemario El diamante dentro del agua, y este mismo año la antología Marea solar, marea lunar avanzaba los poemas en prosa "A Kenji Mizoguchi", dedicados a la memoria del cineasta japonés. En 2006 aparecieron Interludio azul, relato autobiográfico de temática amorosa, y el poemario Amor en suspenso; en 2008 vio la luz el conjunto de 73 poemas que puerta por título Vuelto y en 2011 el poema-libro Rapsodia.

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