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María de Montpellier - Sinopsi

Índice de artículos

En la edad de once años fue casada con Barral, vizconde de Marsella. El 1197, enviudó y su padre la dio a Bernat, conde de Comenge, para alejarla de Montpellier y ceder la herencia a su hijo ilegítimo por la Iglesia católica, Guilhèm IX de Tolosa, hermanastro de María. Ante esta jugada los habitantes de Montpellier se sublevaron, expulsando Guilhèm de la ciudad para entronizarla a ella.

María fue repudiada por su marido en 1201, poco antes de la muerte de su padre, y el 15 de junio de 1204 se casó con Pedro II de Aragón el Católico. El rey de Aragón y la señora de Montpellier aprobaron entonces importantes privilegios y la autonomía comunal. El 1205, el rey en Pedro II prometió su hija Santa de Aragón con Ramon VI de Tolosa contra la voluntad de María; después, el rey se quiso divorciar para casarse con María de Montferrat, heredera del reino de Jerusalén. María reclamó justicia al papa a Roma, y estableció a su testamento que dejaba todas sus propiedades y títulos a su hijo, el futuro Jaime I, y que en caso de que María muriera sería Inocencio III quién tendría la custodia del niño.[Poco después murió a la misma Roma el 21 de abril de 1213 y fue enterrada a la antigua basílica de Sant Pere.

Sucedió que el rey hacía mucho tiempo que no lo hacía con su mujer, y en el ninguno de un tiempo, cuando el rey era en un castillo muy cerca de Montpellier,  y tenía por amiga una mujer de gran condición, muy bella, que su asesor, hombre bueno y leal, -parece que denominado Guillem de Alcalá- y que muy privado en estas cuestiones, la llevaba en el castillo.

La señora María de Montpellier se enteró y gritó al mayordomo del rey, una vez ante ella le dijo: "Amigo, seáis bienvenido, os he hecho venir porque sé que sois un leal y buen hombre en quien puedo confiar, os pido que me ayudéis en aquello que os diré. Vos sabéis bien que mi marido el rey, no quiere ser conmigo en la cámara, por lo cual yo estoy muy disgustada, motivo por el cual todavía no ha nacido de mí un niño de él y que sería el heredero de Montpellier. Sé que el rey se entiende con una mujer que viene de vez en cuando en el castillo, y que vos sois el hombre de confianza. Yo os pido que, cuando le lleváis la mujer, vengáis a mí en privado y me lleváis en la cámara en lugar de ella, y yo me meteré a su cama. Lo tenemos que hacer a oscuras, es decir, que no haya luz, diciéndole al rey que la mujer lo quiere así para que no sea conocida. Y yo, que tengo fe en Dios que, aquella noche, engendraremos un niño que será un gran bien y un gran honor para todo el reino.

"Señora", le dijo el mayordomo, "estoy dispuesto a hacer todo aquello que deseáis, sobre todo en asuntos que sean de vuestro honor y provecho. Estaos segura que no diré nada a nadie de todo esto que me habéis dicho, aunque tengo miedo de la ira del rey". "Amigo", le dijo la mujer, "no tengáis miedo, que yo lo haré todo de tal manera, que tendréis tanto honor como no lo habéis tenido nunca.

"Señora", volvió a decirle el mayordomo, grandes mercedes! Sabed que yo haré todo el que me mandáis, y como es así, no lo retrasamos más. Ahora arreglaos porque el rey me ha pedido que este anochecer le lleve en el castillo aquella mujer que vos sabéis. Yo os vendré a buscar y calladamente os llevaré en el castillo, os meteréis en su cámara, y ya sabéis qué tenéis que hacer". "Amigo", le dijo la mujer, "me place mucho el que me digáis. Id, pues, y pensáis qué tenéis que hacer, al atardecer venís a buscarme". El mayordomo se despidió.

Al atardecer, el rey le pidió que le llevara aquella mujer para pasar la noche con él a la cama. "Señor", dijo el mayordomo, "enseguida, pero os tengo que decir una cosa que me ha pedido ella, os ruega que no sea vista por nadie, ni hombre, ni mujer, ni doncella". "Vos", dijo el rey a su sirviente, "feudo el mejor que podáis, que yo lo quiero tal como ella quiera". El hombre leal, fue a buscar la *madona y con una doncella y dos caballeros, la llevó en la cámara del rey y allí la dejó. Ella se desnudó y se acostó del rey, antes pero feudo apagar todas las luces.

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